Un residente de China le hizo creer a una mujer que todos sus fracasos amorosos se debían a que su vagina estaba llena de fantasmas y que él podía exorcizarlos.
Además de cobrarle por el trabajo, el varón le aseguró que únicamente podía hacerlo si metía su pene en la supuesta vagina embrujada, y así la purificaría de todo mal.
El encuentro se produjo en una habitación de hotel, donde la paciente se tumbó en la cama por órdenes del falso cazador de fantasmas para ser examinada. En declaraciones posteriores, el acusado dijo que no abusó de ella, pues sufre de diabetes y ese le impide tener una erección.
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