Los días de Roberto son largos y atareados: por las mañanas toma clases en una escuela de artes y oficios, por las tardes trabaja en una miscelánea y en la noche, al llegar a casa, se pone a estudiar para sus clases de la preparatoria abierta.
Trabaja mucho, pero no es un alumno común: Roberto Jiménez tiene 74 años y sueña con graduarse como licenciado en Derecho.
Hace dos años, don Roberto, quien ha vivido toda su vida en Salina Cruz, Oaxaca, decidió regresar a la escuela, primero para aprender computación, luego para obtener su certificado de secundaria, de la cual se graduó con 8.6 de promedio; ahora lleva dos semanas estudiando la preparatoria por medio del sistema abierto.
Una de las razones que lo llevó a retomar la escuela es que se desesperaba, platica en entrevista con EL UNIVERSAL, porque quería expresar sus ideas y comunicarse con otras personas de manera más efectiva.
“Realmente me ha dejado muchas satisfacciones. A mí me gusta mucho el estudio [pero] no tenía manera de expresarme, de cómo platicar con la gente de mayor nivel, hablar con un ingeniero o con un licenciado..., no les entendía, no sabía cómo contestar sus preguntas, me quedaba callado”, cuenta desde Oaxaca.
“Ahora, gracias a Dios, ya tengo un poco de conocimiento y estudio. En la secundaria conocí muchas cosas de lectura y matemáticas, y amplié mi manera de expresarme, ya puedo platicar mejor y se me están abriendo las puertas. Me siento contento y emocionado porque el estudio sí es importante en la vida”, dijo.
Antes de volver a la escuela, trabajó muchos años como mecánico eléctrico en empresas y en talleres donde tomaban en cuenta su experiencia, pero no le pedían comprobantes de estudios.
También fue albañil, pero en 2015, cuando tenía 72 años, don Roberto decidió inscribirse en el CECATI para aprender computación.
En un principio las clases se le hicieron difíciles puesto que tardó más de un mes en memorizar las partes de la computadora: monitor, CPU, teclado y ratón, pero a base de dibujos y muchas horas de estudio lo consiguió y ahora sabe utilizar la paquetería de Office.
“Para mí fue pesado, tenía que estudiar muchas horas. Tardé mucho para aprenderme las partes de la computadora. Cuando se acababan las clases me iba a la biblioteca del municipio y seguía estudiando y haciendo dibujos. Estuve así como un mes, terminé la teoría y poco a poco logré entrar a internet y ahora entiendo lo más esencial de la computación, ya sé usar el Excel y muchas otras cosas. Entro a Google a buscar cosas y tengo mi correo electrónico”, platicó don Roberto, quien tiene cuatro hijos y ocho nietos.
Desde que era pequeño, a Roberto le ha gustado la escuela. Cuando tenía siete años una señora le enseñó a leer, puesto que su mamá, quien era trabajadora doméstica y lo educó sola, nunca pudo ir a la escuela y tampoco tenía dinero para mandarlo a él; desde entonces el niño Roberto comenzó a buscar libros y revistas para practicar su lectura y aprender a escribir.
“Desde muy chamaco me ha gustado a mí estudiar, pero no había posibilidades. Cuando era niño a mi madre no le alcanzaba para comprar lo que yo necesitaba, mis cuadernos, libros. Me puse a trabajar desde que era niño, pero nunca dejé los libros”, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL.
Los años pasaron y Roberto, quien ha vivido toda su vida en Salina Cruz, Oaxaca, siempre soñó con regresar a la escuela. Su familia era gente de campo, pero él deseaba convertirse en mecánico, así que al crecer buscó trabajo en ese oficio.
No lo encontró porque no tenía “papeles” ni un certificado escolar que avalara su paso por la educación básica. Así fue como desde pequeño comenzó a trabajar de mozo y ayudante de albañil. A los 28 años comprendió que no conseguiría un mejor empleo sin estudiar y se inscribió a la primaria en una escuela para adultos.
Tiempo después se casó y más tarde tuvo hijos, pero no se le olvidaba que su materia favorita eran las matemáticas y que su sueño era convertirse en mecánico especializado.
A mediados de la década de los 80 Roberto mantenía su sueño, así que, con más de 40 años, decidió estudiar en una escuela de oficios.
Al graduarse logró conseguir trabajo en la construcción de la refinería de Petróleos Mexicanos en Salina Cruz, donde le dijeron que el sueldo era bueno y necesitaban mecánicos eléctricos.
La escuela le ofreció la oportunidad de una beca para irse a estudiar a Estados Unidos, pero su mamá enfermó y él no quiso dejar a la familia. Ha pasado el tiempo y, aunque recuerda con melancolía la oportunidad perdida, está muy contento porque logró seguir estudiando.
Todo pasó hace dos años, cuando falleció su esposa y él se quedó con sus cuatro hijos, todos adultos, y sus ocho nietos. Desde hace aproximadamente cinco años la familia maneja una pequeña miscelánea que don Roberto atiende por las tardes. Encontró ahí la oportunidad de regresar a la escuela y seguir superándose.
Primero se inscribió a clases para aprender a utilizar la computadora, y después a la secundaria abierta, la cual terminó en un año con un promedio de 8.6.
Siempre ha sido el alumno más grande de su generación, pero a don Roberto no le interesa lo que piense la gente puesto que redescubrió su amor por las matemáticas, especialmente por el álgebra.
“A veces sí me tengo que quedar a estudiar una hora o dos horas más porque no le entiendo. Tengo que ver en dónde está la falla y qué me falta por hacer. Es cosa de ponerle interés, empeño, dejar las cosas malas, digo yo. Lo que diga la gente de mí, que está uno grande, que para qué estudias, no te va a servir... La gente te quiere llenar de cosas, pero no hay que tomarla en cuenta. ¿Por qué voy a hacerle caso a la gente?”, platicó.
Como no tiene computadora en casa, sus hijos le regalaron un teléfono inteligente y es gracias a él que don Roberto se conecta y ve videos y tutoriales de sus clases de la prepa abierta.
El acceso a internet también le ha servido para hacer sus tareas y para complementar sus clases en la escuela de oficios, donde aprende a hacer piñatas.
A corto plazo, el hombre planea abrir un local donde venda piñatas y artículos para fiestas infantiles, lo que le permitirá pagarse la universidad.
Sus sueños distan mucho de haber terminado, puesto que ahora quiere convertirse en abogado y ser defensor de derechos humanos.
“Si Dios no dispone otra cosa y estoy transitando en esta Tierra bueno y sano, yo quiero seguir estudiando. Quiero tener mi título. Mi idea es terminar la prepa y seguir estudiando para licenciado”, platicó.
“Mi tirada era estudiar licenciatura en Administración de Empresas, pero ahora quiero estudiar para ser licenciado en Derecho, porque me gustan mucho las leyes y defender los derechos del ser humano”, asegura.
Trabaja mucho, pero no es un alumno común: Roberto Jiménez tiene 74 años y sueña con graduarse como licenciado en Derecho.
Hace dos años, don Roberto, quien ha vivido toda su vida en Salina Cruz, Oaxaca, decidió regresar a la escuela, primero para aprender computación, luego para obtener su certificado de secundaria, de la cual se graduó con 8.6 de promedio; ahora lleva dos semanas estudiando la preparatoria por medio del sistema abierto.
Una de las razones que lo llevó a retomar la escuela es que se desesperaba, platica en entrevista con EL UNIVERSAL, porque quería expresar sus ideas y comunicarse con otras personas de manera más efectiva.
“Realmente me ha dejado muchas satisfacciones. A mí me gusta mucho el estudio [pero] no tenía manera de expresarme, de cómo platicar con la gente de mayor nivel, hablar con un ingeniero o con un licenciado..., no les entendía, no sabía cómo contestar sus preguntas, me quedaba callado”, cuenta desde Oaxaca.
“Ahora, gracias a Dios, ya tengo un poco de conocimiento y estudio. En la secundaria conocí muchas cosas de lectura y matemáticas, y amplié mi manera de expresarme, ya puedo platicar mejor y se me están abriendo las puertas. Me siento contento y emocionado porque el estudio sí es importante en la vida”, dijo.
Antes de volver a la escuela, trabajó muchos años como mecánico eléctrico en empresas y en talleres donde tomaban en cuenta su experiencia, pero no le pedían comprobantes de estudios.
También fue albañil, pero en 2015, cuando tenía 72 años, don Roberto decidió inscribirse en el CECATI para aprender computación.
En un principio las clases se le hicieron difíciles puesto que tardó más de un mes en memorizar las partes de la computadora: monitor, CPU, teclado y ratón, pero a base de dibujos y muchas horas de estudio lo consiguió y ahora sabe utilizar la paquetería de Office.
“Para mí fue pesado, tenía que estudiar muchas horas. Tardé mucho para aprenderme las partes de la computadora. Cuando se acababan las clases me iba a la biblioteca del municipio y seguía estudiando y haciendo dibujos. Estuve así como un mes, terminé la teoría y poco a poco logré entrar a internet y ahora entiendo lo más esencial de la computación, ya sé usar el Excel y muchas otras cosas. Entro a Google a buscar cosas y tengo mi correo electrónico”, platicó don Roberto, quien tiene cuatro hijos y ocho nietos.
Desde que era pequeño, a Roberto le ha gustado la escuela. Cuando tenía siete años una señora le enseñó a leer, puesto que su mamá, quien era trabajadora doméstica y lo educó sola, nunca pudo ir a la escuela y tampoco tenía dinero para mandarlo a él; desde entonces el niño Roberto comenzó a buscar libros y revistas para practicar su lectura y aprender a escribir.
“Desde muy chamaco me ha gustado a mí estudiar, pero no había posibilidades. Cuando era niño a mi madre no le alcanzaba para comprar lo que yo necesitaba, mis cuadernos, libros. Me puse a trabajar desde que era niño, pero nunca dejé los libros”, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL.
Los años pasaron y Roberto, quien ha vivido toda su vida en Salina Cruz, Oaxaca, siempre soñó con regresar a la escuela. Su familia era gente de campo, pero él deseaba convertirse en mecánico, así que al crecer buscó trabajo en ese oficio.
No lo encontró porque no tenía “papeles” ni un certificado escolar que avalara su paso por la educación básica. Así fue como desde pequeño comenzó a trabajar de mozo y ayudante de albañil. A los 28 años comprendió que no conseguiría un mejor empleo sin estudiar y se inscribió a la primaria en una escuela para adultos.
Tiempo después se casó y más tarde tuvo hijos, pero no se le olvidaba que su materia favorita eran las matemáticas y que su sueño era convertirse en mecánico especializado.
A mediados de la década de los 80 Roberto mantenía su sueño, así que, con más de 40 años, decidió estudiar en una escuela de oficios.
Al graduarse logró conseguir trabajo en la construcción de la refinería de Petróleos Mexicanos en Salina Cruz, donde le dijeron que el sueldo era bueno y necesitaban mecánicos eléctricos.
La escuela le ofreció la oportunidad de una beca para irse a estudiar a Estados Unidos, pero su mamá enfermó y él no quiso dejar a la familia. Ha pasado el tiempo y, aunque recuerda con melancolía la oportunidad perdida, está muy contento porque logró seguir estudiando.
Todo pasó hace dos años, cuando falleció su esposa y él se quedó con sus cuatro hijos, todos adultos, y sus ocho nietos. Desde hace aproximadamente cinco años la familia maneja una pequeña miscelánea que don Roberto atiende por las tardes. Encontró ahí la oportunidad de regresar a la escuela y seguir superándose.
Primero se inscribió a clases para aprender a utilizar la computadora, y después a la secundaria abierta, la cual terminó en un año con un promedio de 8.6.
Siempre ha sido el alumno más grande de su generación, pero a don Roberto no le interesa lo que piense la gente puesto que redescubrió su amor por las matemáticas, especialmente por el álgebra.
“A veces sí me tengo que quedar a estudiar una hora o dos horas más porque no le entiendo. Tengo que ver en dónde está la falla y qué me falta por hacer. Es cosa de ponerle interés, empeño, dejar las cosas malas, digo yo. Lo que diga la gente de mí, que está uno grande, que para qué estudias, no te va a servir... La gente te quiere llenar de cosas, pero no hay que tomarla en cuenta. ¿Por qué voy a hacerle caso a la gente?”, platicó.
Como no tiene computadora en casa, sus hijos le regalaron un teléfono inteligente y es gracias a él que don Roberto se conecta y ve videos y tutoriales de sus clases de la prepa abierta.
El acceso a internet también le ha servido para hacer sus tareas y para complementar sus clases en la escuela de oficios, donde aprende a hacer piñatas.
A corto plazo, el hombre planea abrir un local donde venda piñatas y artículos para fiestas infantiles, lo que le permitirá pagarse la universidad.
Sus sueños distan mucho de haber terminado, puesto que ahora quiere convertirse en abogado y ser defensor de derechos humanos.
“Si Dios no dispone otra cosa y estoy transitando en esta Tierra bueno y sano, yo quiero seguir estudiando. Quiero tener mi título. Mi idea es terminar la prepa y seguir estudiando para licenciado”, platicó.
“Mi tirada era estudiar licenciatura en Administración de Empresas, pero ahora quiero estudiar para ser licenciado en Derecho, porque me gustan mucho las leyes y defender los derechos del ser humano”, asegura.
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