Lo que muchos aseguraban que fue una estrategia de marketing lanzada durante las semanas previas a la Navidad con el objetivo de generar cobertura mediática sobre los juguetes inteligentes conectados a la red, meses después ha tomado un tinte más oscuro luego de las medidas tomadas por el Gobierno alemán sobre una aparentemente inocente muñeca de cabello platinado.
El escándalo que involucró a Mi Amiga Cayla, del fabricante Genesis Toys, con base en Hong Kong —envuelta en una investigación llevada adelante por el Departamento de Justicia de los EEUU y la Unión Europea por la supuesta recolección ilegal de datos personales de millones de niños que mantienen “conversaciones” con ellos— tomó otro calibre al compartirse que autoridades alemanas emitieron una alerta a los miles de padres que habían comprado la muñeca a sus hijas.
Una advertencia originada en Berlín y enviada por correo a miles de hogares dentro del territorio alemán instruye a los padres a tomar cartas en el asunto, ordenándoles que destruyan “con un martillo” a la muñeca en cuestión, hoy catalogada como un artículo de espionaje ilegal, luego de una exhaustiva investigación.
Alemania se caracteriza por sus estrictas reglas en lo que hace a la protección de la privacidad, en parte debido a su pasado reciente, en el que el espionaje afectaba a ciudadanos en ambos lados del muro durante la era donde el país se dividía en dos.
El organismo ha puesto recientemente el foco en una nueva generación de juguetes que aparentemente todo lo ven y todo lo escuchan, en muchas ocasiones sin el consentimiento de sus usuarios o sin que estos lo sepan. Osos de peluche, autos a control remoto y robots aparentemente han invadido las habitaciones de millones de niños dentro de Alemania —y el resto del mundo— algo que ha activado las alarmas de las autoridades.
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