El estudiante del Politécnico y ex campeón de la Olimpiada de Física del 2012 en Estonia, Javier Méndez Ovalle, que mató a una joven en el año 2013, fue sentenciado a 50 años de prisión.
El 28 de junio de aquel año, el imputado y la víctima quedaron de verse tras conocerse mediante Facebook.
Al joven se le halló culpable de asesinar y después mutilar a una mujer que conoció en la red social y cuyo cadáver fue encontrado disperso en contenedores de basura de la Unidad Habitacional Tlatelolco.
Dentro de las investigaciones, elementos de la Policía Cibernética realizaron un análisis al equipo de cómputo de la víctima, donde descubrieron las conversaciones entre ella y el presunto responsable.
Él confesó que la mató luego de que ella no le creyó que era un alumno de excelencia y que se iría a estudiar a Alemania.
Además, que seccionó el cadáver para poderlo sacar y tirar en los contenedores de basura de la unidad.
Quienes hablaron con él antes de ser enviado al reclusorio Norte lo describieron como alguien educado, que no expresaba groserías, que usaba términos "muy correctos" y que siempre pedía las cosas por favor y daba las gracias.
"Muy diferente a la mayoría de los homicidas que se detienen aquí", contó un agente.
El 28 de junio de aquel año, el imputado y la víctima quedaron de verse tras conocerse mediante Facebook.
Al joven se le halló culpable de asesinar y después mutilar a una mujer que conoció en la red social y cuyo cadáver fue encontrado disperso en contenedores de basura de la Unidad Habitacional Tlatelolco.
Dentro de las investigaciones, elementos de la Policía Cibernética realizaron un análisis al equipo de cómputo de la víctima, donde descubrieron las conversaciones entre ella y el presunto responsable.
Él confesó que la mató luego de que ella no le creyó que era un alumno de excelencia y que se iría a estudiar a Alemania.
Además, que seccionó el cadáver para poderlo sacar y tirar en los contenedores de basura de la unidad.
Quienes hablaron con él antes de ser enviado al reclusorio Norte lo describieron como alguien educado, que no expresaba groserías, que usaba términos "muy correctos" y que siempre pedía las cosas por favor y daba las gracias.
"Muy diferente a la mayoría de los homicidas que se detienen aquí", contó un agente.
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