Ven,
redúceme al instinto carnal de tu laberinto
comulga en mi templo la penitencia del pecado
que no es pecado, es la necesidad justa, natural,
grano a grano de tus manos en mis labios.
Poro a poro, sin fatiga tu cuerpo y mi cuerpo
se irán desgranando en el verbo prehistórico de los deseos,
bebe de mi piel cada sorbo, mira estos labios
que buscan la humedad de tu sexo.
Ven, busca en mis pupilas asilo para tus demonios
toca la expresión de mi carne, la alquimia de mis senos,
antes que el amanecer extermine esta hora.
Devoro tu cuerpo como Saturno a sus hijos,
y es que siento como tus aspas rompen el madero
de mi cautiverio
y soy el reventar de olas nocturnas, el caudal que silencioso
recoge la nieve del verano.
Tu respirar corto, agitado, espacioso anuncia el malparir
de nieves condensadas y yo cómplice del aborto,
dejo caer servilletas blancas sobre la selva sudorosa
de tus colinas.
Hemos calmado la náusea placentera del alma y cuerpo,
hemos sondeado el vértigo del placer, el aullar de la noche,
hemos liberado al demonio escondido
a ese esclavo anónimo que llevamos dentro.
comulga en mi templo la penitencia del pecado
que no es pecado, es la necesidad justa, natural,
grano a grano de tus manos en mis labios.
Poro a poro, sin fatiga tu cuerpo y mi cuerpo
se irán desgranando en el verbo prehistórico de los deseos,
bebe de mi piel cada sorbo, mira estos labios
que buscan la humedad de tu sexo.
Ven, busca en mis pupilas asilo para tus demonios
toca la expresión de mi carne, la alquimia de mis senos,
antes que el amanecer extermine esta hora.
Devoro tu cuerpo como Saturno a sus hijos,
y es que siento como tus aspas rompen el madero
de mi cautiverio
y soy el reventar de olas nocturnas, el caudal que silencioso
recoge la nieve del verano.
Tu respirar corto, agitado, espacioso anuncia el malparir
de nieves condensadas y yo cómplice del aborto,
dejo caer servilletas blancas sobre la selva sudorosa
de tus colinas.
Hemos calmado la náusea placentera del alma y cuerpo,
hemos sondeado el vértigo del placer, el aullar de la noche,
hemos liberado al demonio escondido
a ese esclavo anónimo que llevamos dentro.
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