6 de marzo de 2017

El poder de tus manos...


Tienes el poder en tus manos, exactamente en tu boca. Vamos, dímelo.
No me hagas rogarte, mi orgullo no me permite bajar mi deseo hasta ahí, vamos…dame lo que quiero.
Puedes hacerme el hombre más dichoso en este momento sólo con esas tres palabras,  parecen pocas pero lo son todo ahora mismo y me las niegas. Me privas de lo que necesito para terminar de volverme loco… y creo que eso me desequilibra más todavía.
Vamos, suéltalo ya para que pueda dejar de controlarme y hacer de ti el objeto de mis deseos más salvajes. Necesito soltar esta tensión a la que tengo sometido mi cuerpo, no quiero retener mis ganas de penetrarte más fuerte todavía ni un segundo más. Pero necesito oírlo, necesito tu permiso y no llega a mis oídos.
Te he cogido el trasero con más fuerza que nunca, veo mis dedos marcados en tu suave y fina piel blanca, es la rabia la que me hace ser tan rudo, la ira de saber que estás disfrutando con esto y el coraje de sentir mi ego herido. Aún así, sigo disfrutando del placer de entrar y salir de ti a un ritmo cómodo, que para nada es el que deseo.
Cierro los ojos intentando centrar mi sentido del oído en tus gemidos, en tus suspiros, esperando que entre ellos… se cuelen las palabras mágicas. Pero me niegas lo que ansío. Toco con mis dedos tu clítoris hinchado y palpitante…mojado como el resto de tu sexo. Arqueas la espalda hacia abajo y eso hace que tenga la vista más bonita del mundo… mi miembro duro entrando y saliendo de tu hendidura abierta para mí, y más arriba… tu culo, terso, rojo por las palmadas que te he dado esperando una respuesta que no llega….
Me desespero, quiero disfrutar tanto como lo haces tú, pero me lo quitas. Te cojo del cuello y hago que quedes de rodillas en la cama, acerco mi boca a tu cuello y recojo con mis labios las gotas de sudor que caen, se te eriza la piel, los pezones también. Los pellizco y suspiras, cierras los ojos y tus labios se entreabren… por fin parece que vas a complacerme. Un gemido sale de tu boca y otra vez aprietas los labios para castigarme, para que te suplique…
Aprieto mis dientes intentado que no salga la furia que tengo dentro, te cojo de la mandíbula y te aprieto contra mi cara…Dímelo ya!!! Violento como nunca he estado con ninguna mujer, excitado hasta el dolor, deseando correrme y liberar toda la ansiedad que recorre mi cuerpo.
Al  fin giras tu boca hacia la mía y me muerdes la barbilla con fuerza, me quejo del dolor y  entonces entran en mis oídos, y en mis venas a la vez, las palabras que me vuelven el hombre más animal y posesivo que existe…

Cógeme. Soy tuya.

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