Si alguna vez deseé a alguien, ése fue César.
Tenía un bonito restaurante al fondo de la calle, cada día le veía pasar por
delante del escaparate de mi librería. Suspiraba pensando en ir por esa calle
agarrada de su mano, besarle en los labios... esos labios carnosos que
invitaban a morderlos, mirarle fijamente a los ojos, unos ojos
espectacularmente dulces del color de la miel... tuve la oportunidad de
sumergirme en ellos en una ocasión que entré en su restaurante. Era un hombre
atlético, de manos grandes y fuertes... le amaba, y le amaba en mi más oscuro
silencio.
Una mañana cualquiera César entró por la puerta
de la librería, dejando tras de sí el tintineo de la campanita de la entrada,
creí quedarme sin respiración, pero me armé de valor.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?. - La
voz me temblaba, no podía dejar de mirar con qué gracia le caía el pelo sobre
sus ojos. Un pelo negro, espeso y liso.
- Buenos días, sólo quería echar un vistazo.
- Buenos días, sólo quería echar un vistazo.
No le perdí la pista ni un segundo, cada libro
que cogía entre sus manos, en cuál se paraba y leía el título. Se puede saber
mucho sobre una persona si sabes lo que lee o sus intereses. Y yo estaba
dispuesta a saberlo todo.
Vi que se había detenido en un libro y que ojeaba
sus páginas con curiosidad. No pude perder la oportunidad y me acerqué.
Cuando estaba a su lado me llegó su perfume,
delicado pero intenso... un olor varonil y limpio. Me sonrojé. Y al ver el
libro que había cogido todavía más, "El arte del sexo y el placer",
con un montón de ilustraciones, por donde él recreaba su vista...
-Un buen libro en su categoría- Dije colorada y
con sonrisa de colegiala...
-¿ Si?, ¿ crees que debería llevármelo?- Dijo con su voz penetrante...
- Bueno, yo no lo he leído, pero ya he agotado su existencia en dos ocasiones.
-¿ Si?, ¿ crees que debería llevármelo?- Dijo con su voz penetrante...
- Bueno, yo no lo he leído, pero ya he agotado su existencia en dos ocasiones.
Mientras le decía eso, noté como paseaba su
mirada por mi cuerpo, terminando en mis labios. Uf, me derretía a cada parpadeo.
Sentía calor, el ambiente era intenso. Recogí mi larga melena con un palo,
intentando enrollarlo con gracia para que no despegara sus ojos de mí.
- Vale me llevo el libro- Dijo haciendo una
mueca con su boca, que me lanzó al vacío... Dejándome húmeda en el mar del
deseo...
Lo acompañé al mostrador, y me puse frente a él
por el otro lado. Al coger el libro, rocé su mano, dios, no podía más, mis
muslos se apretaban, el corazón se quería salir y mi respiración estaba
agitada. Con un paso lento y decidido dio la vuelta al
mostrador, y se puso a un centímetro de mí, pudiendo respirar su aliento.
-¿ Cómo te llamas?- susurró.
-So, Sofía. Casi no pude decirlo.
Metió su mano por mi cuello, asegurando que mi
cara quedaba completamente frente a la suya, sus labios se acercaban a los
míos, pero sólo los rozó, y empezó a besarme el cuello con ternura y
sensualidad... como si me adelantara lo que iba a pasar cuando me besara en la
boca. Le deseaba, más que nunca. Apreté el botón del mando a distancia y cerré
las persianas de la librería. Él giró su cabeza para mirar afuera, y como si ya
no fuese el mismo, me cogió con fuerza por el trasero y me sentó en el
mostrador. Me quitó la camisa, desabrochando cada botón lentamente, yo deseaba
que la arrancara, pero él se deleitaba viendo como mi pecho subía y bajaba por
la respiración, se excitaba con mi deseo. Entonces me besó, un beso intenso
húmedo y carnoso... Me acercó con fuerza hacia él, haciendo que notara lo mucho
que él también me deseaba.
Desabrochó su pantalón y lo dejó caer, un enorme
pene me saludaba arriba y abajo, recto y limpio. Deseaba tenerlo dentro, mi
sexo se humedecía cada vez más y no dejaba de palpitar.
Me arrancó los pantalones sin dejar de besarme,
y comenzó a bajar con su lengua por mis pechos, haciendo círculos alrededor de
mi pezón, tocándolos con sensualidad. Siguió bajando por mi vientre,
acariciando mi cintura y agarrando con fuerza mis caderas, entonces... hundió
su rostro en mi sexo, pasando la lengua despacio y tierna. Cuando estaba a
punto de llegar al clímax, paró. Me agarró del pelo y el trasero y me apontocó
contra la pared que tenía detrás... notaba su respiración fuerte y su tremendo
deseo de penetrarme, y de una estocada lo hizo.
El placer me consumía, su pene erecto se movía
dentro de mí haciendo pequeños círculos, apretando hacia adentro y rozando mi
clítoris en cada movimiento. Parecía saber lo que necesitaba . Entonces comenzó
a ir más deprisa, notaba su miembro hinchado y palpitante a punto de llegar al
orgasmo. Me puso de pie en el suelo para que quedara de espaldas a él.
Con una estocada certera volvió a penetrarme, y
su mano comenzó a hacer círculos en mi clítoris, ya no pude más y me dejé
llevar por el intenso orgasmo que me hizo temblar, él llegó conmigo. Fue el
mejor sexo de mi vida... César se vistió me dio un cálido beso y se marchó...
- Adiós preciosa Sofía, pronto volveré a
comprar otro libro-.
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