29 de enero de 2017

En la alberca


Mario y yo somos amigos desde hace apenas unos dos años. Cada que vengo a visitar a mamá paso a visitarlo, vivimos relativamente cerca.  Mario es un hombre alto, más o menos 1.88cm, con bastante masa corporal, musculoso con cintura pequeña y una espalda bastante amplia, piel morena, una sonrisa bastante llamativa, manos grandes y su cabello bastante suave. El año pasado pasé un día con él en su casa, nos besamos, no pasó a más. Lo tomamos como algo insignificante, pero realmente sentí que nos gustó. Siempre he pensado que tenemos esa atracción que no queremos admitir. Esta vez me llamó y me invitó a nadar a un balneario con río natural.
Nos vimos, nos abrazamos y platicamos bastante de lo que hicimos durante el año mientras tomábamos un poco de cerveza artesanal, que por cierto, era muy dulce y tenía bastante porcentaje de alcohol, estábamos riendo y pasándola bien. Le dije que nos metiéramos a nadar después de un rato, ya estábamos bastante risueños, entonces me dijo: Bueno… pero sin ropa. Yo me reí mucho por el alcohol y porque pensé que era mentira, hasta que comenzó a quitarse todo, una vez bajó su ropa interior, se mordió un labio, me miró y me extendió la mano. Me reí y le di mi mano y me abrazó, nos vimos, nos reímos y comenzó a quitarme la blusa, después el pantalón y me pidió que yo me quitara la ropa interior mientras me veía y así fue, no lo hice muy rápido pues noté que le gustaba verme; desprendí el seguro del bra y lo dejé caer, no dejábamos de vernos, después metí mis manos en el bikini y con los dedos pulgares lo fui bajando, una vez lo quité de mis pies él me cargó, mis piernas alrededor de su tronco y mis manos sobre sus hombros. Ya sabes porque estamos aquí. ¿Quieres?, dijo.
Y lo besé. El beso duro poco, sus manos ya estaban estrujando mis nalgas, y yo demasiado mojada que mi humedad la sentía en su ombligo, me llevó hasta las escaleras de la alberca, mientras me bajaba despacio sentí su pene erecto y caliente, lo humedecí un poco y lo frotó ahí, dejé salir un pequeño gemido y  mis pies tocaron el piso. Primero hay que disfrutar del agua, dijo. Yo pensé que en ese momento la metería, ahora estaba muy impaciente.
Nos metimos, el agua apenas me llegaba al pecho, y a él a la cintura. Me puso de espaldas a él en la orilla de la alberca, tomó mi cintura con las dos manos, metió su pene entre mis nalgas y comenzó a masturbarse, besaba mi espalda, tocaba mis senos, sin dejar de frotar su pene, bajo una mano hasta mis labios, los acaricio un poco con la yema de los dedos y después hizo unos círculos en mi clítoris. Con una mano acerqué su cabeza a la mía y desesperada le dije: ¡Ya cógeme, por favor! Él sonrió. Me gusta que me lo pidas con esa voz de puta. Dijo. Me cargó así de espaldas y fuimos hasta el penúltimo escalón de las escaleras, me senté donde apenas y llegaba el agua y me recargué en el último escalón, él se puso de rodillas, abrió mis piernas y comenzó a frotar de nuevo su pene, pero ahora por mis labios, hasta dejarlo mojado, humedeció mi clítoris y comenzó a dar golpecitos con su pene, esa presión que ejercía sobre mi clítoris me calentaba demasiado, yo no dejaba de gemir y morder mis labios. ¡Ya no aguanto, métela! Le dije entre gemidos. Comenzó a golpear más fuerte mi clítoris con su pene para después meterla muy rápido, una vez adentro no pudo parar, él se aguantó demasiado, puso su brazo en mi espalda para que no me lastimara el último escalón y con la otra comenzó a halar mi cabello, me daba tan duro y no quería que parara.
El agua que alcanzaba el antepenúltimo escalón nos salpicaba las piernas de lo rápido que me lo hacía. Comenzó a parar un poco, la sacó y me llevó a la silla de playa para ponerme ahí en cuatro, el ruido que producía su pelvis con mis nalgas me encantaba, me trataba como su puta y me gustaba. Cada que aumentaba la velocidad me mojaba más y me nalgueaba, hacía que mi piel se erizara. Paró y se acostó en la silla, yo ya sabía que tenía que montarme, puse mis piernas alrededor, tomé su pene y sólo metí la punta unas cuantas veces para mojarlo lo suficiente y después meterlo muy rápido, él también gemía que pensaba que se vendría muy rápido. Comencé a sentarme en él con un poco de rapidez, después la sacaba y la metía con movimientos redondos, eso le gustaba mucho, no dejaba de ver cómo entraba y salía. Me recargué  en sus hombros para que mi clítoris rosara con su pelvis mientras lo cogía, ya no podía parar, ese era el punto donde el orgasmo iba a llegar, estaba tan húmeda que mis fluidos mojaban sus piernas, comencé a gemir más fuerte hasta que llegué al orgasmo. Él tomó mis nalgas para seguirla metiendo y disfrutar un poco más del orgasmo.  

Ahí parados comenzó a meterme sus dedos tan rápido hasta hacerme venir dos veces. Me besó y me acostó de nuevo en la silla, puso su pene directo en mi boca, me dijo que sólo lo chupara dos veces y después lo llevó a mis senos, yo junté mis pechos lo más que pude para apretarlo más, me gustaba la sensación de su pene resbaloso, lo hizo tan rápido hasta que todo su semen cayera en mi boca. Descansamos un poco sobre la silla hasta quedarnos dormidos.


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