11 de enero de 2017

La dama Enlutada




Una fría noche de noviembre de uno de estos años que acaban de pasar, Abel Morales, conductor de un taxi, llevaba cinco horas de haber iniciado su trabajo, por lo tanto, había conducido a muchos pasajeros a distintos sitios de la ciudad.

Eran las 2 de las mañana cuando Abel regresaba de dejar un pasajero por la orilla de la ciudad hacia el lado norte, donde se encuentra el templo de "El Señor del Saucito", imagen venerada tanto por los fieles de la población como muchos otros de todas partes del país, ya que frecuentemente llegan peregrinos a pagar mandas y a pedir favores, pues es un Cristo muy milagroso.

Pasaba el taxista aludido por un lugar situado cera del templo, a escasos trecientos metros al sur, donde está el panteón llamado también Saucito, cuando una dama vestida de negro le hizo la señal de parar solicitando ser conducida, cosa que Abel obedeció al punto, abriendo la portezuela posterior del coche para que subiera; la dama enlutada le pidió: me va usted a llevar a varios templos de la ciudad. -Si Señora, a sus órdenes; pero a estas horas no hay ningún templo abierto. -Si ya lo sé, pero no pretendo entrar, solamente quiero rezar delante de las puertas. Al chofer le pareció algo extraño que una señora fuese a las 2 de la madrugada a rezar a las puertas de los templos, pero pensó que tal vez se trataba de pagar una manda o de una penitencia, por lo que accedió a conducirla.


¿A dónde vamos primero?
- Por favor al Templo de San Francisco.
- ¡Ah sí! el que está situado precisamente frente a un hermoso jardín
-El mismo Allí bajo la dama quien se hinco frente a la puerta cerrada de la iglesia; después de unos minutos, volvió al carro.
-Ahora condúzcame a la parroquia de San Miguelito.
-En este momento, contesto Abel, pues es un lugar que queda relativamente cerca, además está en el centro del barrio del que habla la canción de Pepe Guizar "Yo soy de San Luis Potosí..." La dama hizo Exactamente lo mismo; incada frente a las puertas cerradas estuvo rezando otra vez subió al carro y pidió ser llevada.
 -Al santuario de nuestra señora de Guadalupe.
-Ah! ese bello y majestuoso templo donde alguna vez oficio el padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo; situado al final de una de las hermosas avenidas de San Luis, arbolada con cuatro majestuosas hileras de fresnos y en el centro una calzada preciosa revestida de cantera rosa, donde al comenzar se yergue la famosísima Caja del agua, obra maestra colonial del arquitecto Juan N. Sanabria y construida por José Ma. Salaeni. Aquí también la dama bajo, rezo y volvió al carro.

La verborrea de Abel, contrastaba con el silencio de la dama enlutada quien solamente abría la boca para indicar el siguiente lugar:
-Al templo de San Sebastián.
¿San Sebastián? ah! es el que está rodeado de un bello jardín con un kiosco en medio, donde los domingos hay conciertos de la banda de música. Al llegar, la dama se apeó del coche y se comportó de la misma manera de las anteriores ocasiones cuando se volvió a subir, dijo:
-A la Iglesia del Montecillo –
¡Ah! señora, no puedo menos que recordar que ahí es donde está el jardín "Ramón López Velarde", uno de los más bellos y románticos de la ciudad. Como ya sabemos nuestra dama lleva cinco templos recorridos en este otro cerrado también, rezo, se santiguo, volvió al carro y pidió al chofer:
-Al templo del Apóstol Santiago.
-Vamos otra vez rumbo al norte de la ciudad, no cabe duda que, como dijo el poeta, San Luis es la ciudad de las cien torres y de los mil jardines, pues frente al templo del apóstol Santiago, hay otro hermoso jardín soñador en donde también hay música los domingos. El comportamiento de la dama de negro: bajar lentamente del coche, dirigirse con parsimonia a las puertas cerradas, rezar, santiguarse y regresar al asiento trasero del taxi.
-Ya solo me falta el templo del Señor del Saucito, para que después me deje usted donde subí al principio. El chofer obedeció tomando rumbo del templo referido. Cuando llegaron, la dama bajo del coche e hizo casi lo mismo que en los demás templos, solo que aquí se entretuvo más tiempo. 

Al regresar al coche dijo al chofer:
-Ahora me lleva frente los portales del Panteón del Saucito; pero como no traigo dinero, en este papel que le doy esta un recado para mi hermano, el Lic. Mario Palomares; él le pagara todo el recorrido que acabamos de hacer, y le hace Ud. entrega de esta medalla, que lleva mi nombre: Socorro. Tal vez porque Abel Morales ya estaba muy fatigado, de tanto manejar como de hablar, lo que quería era irse a su casa a descansar, o sintió que algo lo obligaba a aceptar, el caso es que tomo el papel de mala gana, y la medalla de oro guardándolos en uno de los bolsillos de su pantalón; al llegar al último sitio indicado por la dama enlutada, Abel se detuvo para que ella bajara del coche; pero como no oyó el ruido de la portezuela miro al asiento trasero y con sorpresa vio que la dama ya no estaba.


Sin embargo como sentía verdadero cansancio y además sueño, pensó que ella había bajado sin que él se diera cuenta. No obstante reflexiono en lo raro del caso, tanto, que a pesar de su fatiga no pudo conciliar el sueño esa noche. Al día siguiente a eso de las once de la mañana, Abel se dirigió al despacho del Licenciado Palomares, persona conocida y hermano de la dama enlutada.

Abel refirió al Lic. Palomares lo acontecido la noche anterior y le entrego el recado así como la medalla. Con gran sorpresa el licenciado leyó el papel y pensativo e intrigado dijo al chofer:
-Efectivamente, es letra y firma de mi hermana Socorro; y con mucho gusto voy a pagarle lo que se le debe, además le ruego que acepte esta propina, dijo dándole una cantidad apreciable de dinero.
-Pero- continuo hablando el licenciado, es mi obligación comunicar a usted que mi hermana falleció hace dos meses. Abel palideció y tembloroso, rechazo el dinero que el licenciado le entregaba. Muy asustado regreso a su casa de donde no volvió a salir, pues dos meses después, murió de rara enfermedad.

He de comentar que este es un suceso que nunca paso y no deja de ser una historia tradicional en San Luis Potosí, aun así no deja de ser un buen relato para una noche de historias de terror...

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