Lemures. Algunos de ellos, como el pequeño lémur ratón, son imposiblemente tiernos. Otros, como el sifaca y su extraordinaria forma de andar, son increíblemente hilarantes. Y al menos uno, el aye-aye de hábitos nocturnos con su inquietante dedo largo, resulta curiosamente raro. Pero cada uno de estos animales es nativo de Madagascar y las islas circundantes – y el grupo al que pertenecen toma el nombre del folclore que predominaba en la Antigua Roma.
El término lémur proviene de la palabra en latín lemures. Algunos diccionarios traducen el significado de esta palabra simplemente como “fantasmas”, pero en la tradición romana era mucho más de lo que esa definición podría sugerir.
Fantasmas romanos.
De hecho, en la Antigua Roma los lémures eran grotescos esqueletos espectrales que vagaban por la Tierra durante la noche provocando dolor y tormento a los vivos.
De acuerdo con la versión del erudito cristiano San Agustín, eran fantasmas malévolos y crueles de personajes inicuos y almas perdidas: ladrones y criminales, ejecutados y condenados, y todos aquellos que por cualquier motivo no habían tenido un funeral apropiado, como los marineros perdidos en el mar cuyos cadáveres no fueron recuperados y sepultados en tierra.
Según el testimonio del poeta romano Ovidio, se trataba de “espíritus sin voz” que vagaban por la Tierra buscando sus antiguos hogares, aterrorizando a todo aquel que se cruzaba en su camino mientras recorrían la calle por las noches.
La única forma de mantenerlos a raya, explica Ovidio, era exorcizar la casa durante un festival de inicios de primavera conocido como Lemuria.
La medianoche de los días 9, 11 y 13 de mayo, el jefe de la familia debía caminar por la casa descalzo, arrojando una ofrenda ceremonial de frijoles negros sobre sus hombros mientras pronunciaba “con esta ofrenda protejo a los míos y a mí”. Ollas y platos de bronce eran golpeados entre sí con la intención de crear una cacofonía que expulsara al espíritu de la casa. Sólo hasta que este ritual se completaba por tercera vez la casa se consideraba segura hasta el próximo año.
Nadie está completamente seguro de porqué los romanos referían a estos fantasmas y demonios como lémures, pero la teoría de Ovidio es que todo comenzó con el fantasma de Remo, uno de los legendarios fundadores de Roma que fue asesinado por su hermano gemelo Rómulo tras una disputa sobre la fundación de la ciudad. Después de todo, el macabro festival de Lemuria originalmente era referido como Remuria – un festival dirigido a conmemorar la muerte de Remo para aplacar su espíritu.
Carlos Linneo.
¿Cómo llegó todo esto a relacionarse con el gracioso sifaca o el tenebroso aye-aye? Para comprender esto primero debemos recurrir a la historia del taxonomista y botánico sueco Carlos Linneo.
Como uno de los científicos más aclamados de su época, Linneo fue responsable por el sistema de clasificación linneana, donde se divide a todos los seres vivos en una intrincada jerarquía de reinos, géneros y especies. Delimitó este innovador sistema en varias ediciones de su Systema Naturae, muy influyente en 1758, que ha permanecido en uso (aunque con varias extensiones y modificaciones) desde entonces.
Los primeros lémures.
Aplicando este sistema, Linneo presentó el registro de un ser al que llamó lémur en el catálogo de la exposición del Museo del Rey Adolf Frederick de Suiza en el año de 1754.
Cuatro años después lo incluyó en la décima edición de Systema Naturae, donde le asignó un nuevo género, titulándolo Lemur tardigradus (de forma literal, “lémur de movimiento lento”) junto a otras dos especies que llamó Lemur catta (literalmente “lémur gato”) y Lemur volans (el “lémur volador”). Esos tres “lémures” son los más antiguos en los registros zoológicos y etimológicos – y con toda seguridad, Linneo tomó el nombre de la leyenda de los fantasmas de Roma.
A menudo se dice que Linneo tomó en cuenta los extraños chirridos que los lemures producen durante sus llamados cuando decidió llamarlos como los fantasmas de la Antigua Roma, o que la inspiración vino de sus enormes ojos, de sus hábitos nocturnos e incluso del hecho que se consideran fantasmas de los ancestros en el folclore de Madagascar.
Pero como el propio Linneo lo explicó directamente:
“Los llamé [a los seres de este género] lemurs, porque salen a explorar durante la noche, de cierta forma parecido a los humanos, y vagan a un ritmo lento”.
Las cosas cambiaron mucho desde que Linneo clasificó a los primeros lémures a mediados del siglo XVIII. De hecho, sólo uno de los tres originales es reconocido como un auténtico lémur en la actualidad: Lemur catta con el nombre en latín para lémur de cola anillada.
Su Lemur tardigradus actualmente está identificado como el loris esbelto rojo de la selva tropical de Sri Lanka, mientras que su lémur “volador” actualmente se conoce como colugo de Filipinas, un pequeño mamífero que habita en los árboles parecido a la ardilla voladora. El hecho de que haya clasificado a los tres como pertenecientes a una sola familia también es cuestionable, pues los loris, lémures y colugos no se consideran tan cercanos como presumía Linneo.
Sin embargo, el nombre mitológico que le asignó a estos animales se mantiene vigente, y con el tiempo se ha relacionado casi exclusivamente con las 100 o menos especies de primates nativas de Madagascar. Y puedes estar seguro de que no existe nada aterrador en estos animales.
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