Mi
vecina me pidió ayuda para llevar unos paquetes que debía entregar en una localidad
cercana a nuestra ciudad, estaba sola en ese momento y fui su mejor opción para
ayudarle.
Siempre la he encontrado atractiva, más de una vez la vi a
través de su ventana en ropa interior y su cuerpo exuberante, hacía latir mi
corazón a 100 por hora, su figura resaltaba con aquel minivestido estampado y
fresco que llevaba, el vuelo de la falda se alzaba fácilmente con su movimiento
al caminar, de manera que con gusto acepté acompañarla para hacer esa entrega
que nos llevaría a ambos a un viaje por demás placentero.
Subimos las 3 cajas a su camioneta y enfilamos a nuestro
destino, conversamos todo el camino, mis miradas se dirigían a sus muslos que
admiraban ese hermoso tono caramelo acentuado por el ligero brillo de las
pantimedias que portaba, a cada movimiento de los pedales subía la falda un
poco más, dejando ver el refuerzo de la pantimedia, esos hilos que anunciaban
que las pantaletas se podrían ver en cualquier momento, más de una vez se dio
cuenta de mi mirada indiscreta y de mi respiración agitada, difícil fue para mí
llevar el hilo de la conversación cuando la distracción evidente de sus piernas
reveladas me delataban inevitablemente.
Llegamos a un estacionamiento subterráneo en la plaza donde
habríamos de hacer la entrega, estacionó en un rincón alejado de las escaleras
y procedimos a cargar las cajas.
Ella se pasó al asiento trasero de la camioneta por la parte
interior, agachándose para pasar libremente hacia atrás, el minivestido dejó a
la vista sus hermosas nalgas, descubrir que llevaba una tanga muy pequeña y las
pantimedias rasgadas a todo lo ancho de ese hermoso trasero, apetecible,
abundante y redondo. Tocó el turno a mí de pasarme al asiento trasero y la
ayudé a cerrar con cinta las cajas en cuestión, para que no se abrieran.
Salimos del vehículo, yo cargaba 2 cajas y ella solo una, no
pesaban a decir verdad, llegamos hasta el pie de la escalera que nos llevaría
al nivel de calle, era angosta y en espiral, pensé en subir primero para no ser
tan evidente de que iría mirando por debajo del vestido, pero ella se adelantó
y sin mediar palabra comenzó a subir. A cada escalón que ascendía mayor era la
vista de las nalgas, de aquel refuerzo de las pantimedias que ya
anunciaba una vista inquietante. Dudé en decirle que tenían varios hilos corridos,
sería delatar que mis ojos se postraron en sus curvas, así que callé y continué
subiendo. Escuchaba el roce de sus muslos al frotarse entre sí por el nylon de
las panties, aumentando mi excitación.
Al
llegar arriba nos percatamos que los pasillos de aquella pequeña plaza se
encontraban abarrotados de compradores ansiosos que se arremolinaban lentamente
tratando de pasar para hacer sus compras. Ella me miró y me dijo, andar por ahí
tan estrecho y con este vestidito es invitar a más de uno a que me meta la mano
por debajo de la falda, creo que mejor yo cargo las tres cajas y tú te colocas
detrás de mí para evitar que me manoseen en los pasillos.
Acepté
gustoso su propuesta y nos introdujimos en el río de gente, yo detrás de ella
rozando mi pene en esas nalgas que venía admirando desde hace una hora, a cada
movimiento de la multitud mi cercanía a su cuerpo era mayor, percibí el aroma
de su cuello muy cerca de mí, con mis brazos la rodeaba cuidando celosamente
que ningún otro rozara ese cuerpo que en ese momento solo yo lo tenía
permitido, estoy seguro de que sentía mi corazón acelerado detrás suyo, se
detuvo brevemente y volteando el rostro me dijo, siento el vestido levantado
detrás mío por favor ¿me lo quieres arreglar? ni tardo ni perezoso deslicé mi
mano derecha por detrás y hacia abajo, sentí la curvatura de sus nalgas, la
textura suave de las pantimedias y la rasgadura de las mismas que permitió que
mis dedos tocaran directamente su piel, deslizando la mano hasta abajo palpando
su culito tibio y excitante las rasgué un poco más para poder sentir la rayita
del trasero. La respiración de ella era tan agitada como la mía, su invitación
a manosearla nos puso muy excitados en medio de esa gente que ajena a nuestro
placer, pasaban tan cerca y tan lejos de nosotros. Ella lo disfrutaba
intensamente también pues sentía como presionaba sus nalgas en mi pene cada vez
con más fuerza. Se volteó de nuevo hacia mí y esta vez preguntó en un tono de
picardía ¿estás bien durito verdad? Si por supuesto - le respondí- tu cercanía,
tus movimientos y tu aroma alteran todos mis sentidos y mi cuerpo reacciona.
Bajé su
minivestido justo a tiempo de salir de aquél pasillo alcahuete que nos empujó
tan cerca uno del otro a ese placer que hubiese querido que fuera interminable.
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