12 de febrero de 2017

Encuentros clandestinos


La primavera pasada tuve que utilizar el autobús para volver a casa porque mi coche estaba en l taller. Los estudiantes de mi instituto ya habían vuelto a sus casas después de un día de estudio ya que empezaba a anochecer y las clases habían terminado horas antes. La verdad es que no todos los alumnos estaban en sus casas porque el vehículo estaba lleno de jóvenes. Tuve que estarme de pie puesto que todos los asientos estaban ocupados a pesar de que mi parada era la última de la línea. A los pocos minutos, en la segunda parada que hizo el autobús entró una joven rubia muy bella. Vestía una minifalda rosa pastel y un top del mismo color. Era delgada pero con unas curvas muy lindas; unos pechos redonditos y pequeños, y un trasero respingón, firme y con una forma parecida a una suculenta y dulce cereza. Al entrar su larga melena rubia de deslizó suavemente como si de un anuncio de champú se tratase, mostrando su carita angelical. Tenía unos ojos azules muy
claros y grandes, una nariz más bien afilada y unos labios rojizos que dibujaban una sonrisa perfecta. Mi alegría creció cuando se acercó hacia dónde estaba yo. Al verme me sonrió y le devolví la sonrisa a pesar de no creer conocerla. Se colocó de espaldas a mí y estuve unos minutos contemplándole el trasero con deseo pero con disimulo. La suerte estuvo de mi parte cuando después de un frenazo del conductor ella se balanceó hacia mí; la agarré por la cintura para que no cayese y entonces pude oler su suave y agradable perfume. Aún la tenía agarrada cuando giró la cabeza y después de otra sonrisa me dio las gracias. En ese momento iba a soltarla pero ella se arrimó más a mí y con su culito restregó mi entrepierna, consiguiendo mi sorpresa primero y mi calentura instantes después. Ahora mis brazos ya la rodeaban completamente acompañando sus suaves movimientos. Poco a poco fui levantándole la curta falda hasta poder agarrar sin barreras sus firmes glúteos, eran perfectos. Los pasajeros de nuestro alrededor no parecían darse cuanta de nuestros actos pero no creí que pudiese durar demasiado esta tranquilidad porque nuestra pasión subía, mis manos abandonaron su trasero para poder acariciarle la rajita. Su tanga, que también era rosa y que ya había visto en parte gracias a la corta faldita, estaba

completamente mojado. Después de frotárselo durante unos segundos aparté el pequeño trozo de tela para introducir mis dedos en su rajita, sin un solo pelo. Los dos sudábamos mucho y cada vez temía más por el resto de pasajeros, así que cuando se detuvo el autobús y ella me susurró que bajase con ella no lo dudé ni un instante. Al bajar volví a agarrarla por su trasero y llevándole a mi lado la besé metiendo mi lengua hasta su garganta. Después de saborear su lengua me dijo su nombre y otro beso largo nos llevó hasta un callejón cerca de la parada. Entonces me comentó que ese mismo día había cumplido 18 añitos y que quería que fuese a su casa a pasar la noche. No la conocía de nada pero al comentarme que no habría nadie y saber que mi mujer estaría fuera hasta un par de días después acepté. Ella se alegró mucho y saltó encima de mí, abrazándome mientras ahora era ella quien metía su lengua hasta ahogarme. Otra sorpresa fue la que me llevé al llegar al portal de su casa, que por cierto era de un lujo sorprendente. Inmediatamente después de cerrar la puerta me empujó hasta el sofá que teníamos más cerca y allí se colocó encima de mí. Mientras me quitaba la ropa yo aprovechaba para acariciarle todo el cuerpo y comérmela a besos y lametones. Desnuda aún parecía más bonita de lo que ya me había parecido en el autobús. Supuse que con algún compañero de clase ya habría tenido relaciones sexuales porque se desenvolvía con una naturalidad y confianza abrumadoras. Mi miembro estaba completamente duro y ella lo agarró con mucha fuerza y lo empezó a masturbar, después de unos segundos así, se lo metió en su linda rajita y empezó a cabalgar con alegría. Ya estaba a punto de correrme y ella no paraba de gemir de placer cuando le pedí que se metiera en la boca el gran palo que tenía en su rajita. Ella sonrió y aceptó encantada. A los pocos segundos ya estaba lamiendo con fuerza y sin demasiada espera exploté llenándole la boca de leche y manchando su carita de niña rica. Aún así ella seguía lamiendo y lamiendo hasta que ya no pudimos más. Después de unos minutos de descanso me comentó que tenían jacuzzi. Me encantaba la idea de disfrutar de un baño con esa preciosidad así que allí fuimos y al cabo de unas horas de masajes y de besos le dije que quería disfrutar de su culito, así que se la metí por detrás y mientras le agarraba sus pequeños senos íbamos moviéndonos entre la espuma. A los pocos minutos la llené otra vez de leche, aunque la cantidad fue menor el placer no descendió. Finalmente terminamos en la cama de sus padres, ella encima de mí y aunque no hubo más sexo, seguimos disfrutando hasta la mañana siguiente, cuando volví a utilizar el autobús junto a ella.


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