16 de febrero de 2017

Refrescante...


A la mañana siguiente mi hermana salió a prisa y corriendo de casa por una emergencia en el trabajo. Pensé que Sofía se habría ido con ella, así que fui al baño, me desnudé y me dispuse a ducharme. Pero tuve que salir al cuarto de mi hermana porque no había toallas.

- Daría lo que fuera por despertarme a diario con estas vistas. – Su vocecilla resacosa me tomó por sorpresa. Sofía estaba tirada en la cama, apoyada en un costado, sujetándose la cabeza con la mano. Su cabello negro caía en cascada, contrastando mágicamente con las sabanas blancas. Cuando me di cuenta de que estaba totalmente desnudo me tape corriendo con la toalla.

- Yo… eh… am… pensé que tu… eh… - me rasque a cabeza de manera instintiva como si aquello fuera a ayudarme. Ella se tapo la cara con las sabanas.

- Lo siento, no pensé que fuera a incomodarte tanto. Imaginé que si te paseas desnudo tan libremente no te importaría el cometario. Lo siento de verdad. Me iré en cuanto te hayas metido en la ducha. O…

- ¿O qué? – Se destapó la cara lo suficiente como para que se le viera aquella sonrisa picarona.

- Podría ducharme contigo.

- Mi hermana me mataría. – Se puso de rodillas sobre la cama. Llevaba puesta la misma camisa que la noche anterior. Se desabrochó un botón.

- ¿Se lo vas a contar tú?

- No le voy a contar nada. Porque no va a haber nada que contar. – Se desabrochó otro botón. No creía ni yo mismo lo que acababa de decir.

- ¿Seguro? – Aquella sonrisa, la mirada. Cualquier persona en su sano juicio hubiera dicho que si.

- No.

Se dirigió a la puerta del dormitorio. Dejo caer su camisa quedándose en tanga. Era una chica con curvas preciosa. Cuando salí en su búsqueda encontré su ropa interior en el pasillo.

Gracias a que había dejado el grifo abierto el agua ya estaba caliente, aunque dudo mucho que más que yo. Ella me esperaba ya dentro de la ducha, lo suficientemente grande para los dos. Me tendió una mano y cerró las puertas tras de mí. Nos quedamos durante unos segundos mirándonos. Se mordió un labio. Rozó mis manos. Y simplemente no fui capaz de esperar más. Nos metí a ambos debajo del agua. Puse mis manos alrededor de su cara, sujetándola con fuerza, y la besé. Ella coloco sus manos en mi espalda, pegándome más a ella. Podía sentir sus uñas clavándose en mi, pero me daba igual. Notaba como cada vez estaba más duro. Sofía  se movió hacia atrás, pegándose a la pared. Coloqué las manos una a cada lado de su cabeza.

- Luis… cógeme.

Aquellas dos palabras terminaron por volverme loco. La tomé por las caderas y le di la vuelta. Con mi pene sobre sus nalgas me pegué a ella. Le mordí el lóbulo de la oreja y le besé el cuello.

- Apóyate en la pared, no quiero que te caigas pequeña.

Ella puso sus manos obedientemente contra la pared. Puse mi miembro entre sus piernas, rozando sus labios. Colé una de mis manos entre sus pechos y otra entre sus piernas. Mientras pellizcaba sus pezones, jugaba con su clítoris y movía mi pene entre sus piernas. Cada vez estaba más duro y más caliente. Si hubiera seguido así era muy posible que me hubiese corrido en aquella postura. Sofía hecho su cabeza hacia atrás, colocándola sobre mi hombro. Sus gemidos me invitaban a seguir.

- Luis… por favor… te lo ruego… cógeme.

No le hizo falta decírmelo otra vez. Nos eché un poco hacia atrás para poder acceder mejor a ella. Puse mi pene justo en la entrada y la rocé suavemente. Quería torturarla un poco más. Alargarlo. Pero cuando tuvo la punta en el sitio exacto, con un movimiento Sofía hizo desaparecer mi pene entre sus piernas. Se movía de una manera espectacular. Me incliné hacia adelante para poder masturbarla mientras la dejaba hacer. Bajo el agua, entre gemidos me corrí. Con mi pene todavía dentro seguí masturbando a Sofía hasta que segundos después se corrió...



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Exorcismos que realizó el papa Juan Pablo II

En el año del 2012 salió a la luz un libro llamado “Asi se vence al demonio” del escritor José María Zavala, en este se incluyen muchos t...