17 de febrero de 2017

Octavo piso...


Más de cien veces se lo he propuesto, la misma respuesta una vez tras otra. Pero no me canso: cada negativa suya, cada excusa, cada motivo que se construye…me alienta más a insistir.

Si lo hago es porque sé que quiere, aunque le cuesta, pero lo necesita. Ella no lo sabe, pero sólo puede hacerle bien. Tengo tantísimas ganas de tocarla, de disfrutarla, de apretarla, de verla sin ropa que cualquier día, dejaré de contenerme y le sacaré los colores más de la cuenta.

En este bar no hay casi luz y la poca que se cuela por las ventanas va a parar a su cuerpo. La luz del sol ya es débil, pero aún brilla. Los reflejos del sol a través de la cristalera acarician sus hombros como me gustaría a mí hacerlo, la luz la abraza y la cubre igual que me cubre ella cuando me abraza a mí, intensa. La hace más bonita. Su sonrisa es más sonora con las copas de vino de más, sus ojos brillan más cuando la conversación se vuelve más íntima y su boca… se entreabre cuando me acerco a su oído y le susurro que quiero comérmela entera. Jadea… me la como!

En una hora brindando, hablando, compartiendo… mis ganas de sentirla más cerca aumentan, mi excitación aumenta… y mi desesperación también… aunque estoy a gusto, relajado, quiero de ella y no la tengo. Agarro su silla y la arrastro a mi lado, pegada a mí. "Menos mal". Ríe, río… coloca su mano en mi entrepierna y me aprieta. "Has tardado mucho". La miro con descaro, pasea su lengua por su labio inferior y yo…me excito. Mi entrepierna responde y quiero salir de allí, llevármela y tener sexo con ella en cualquier lugar.

¿Por qué te niegas?” Quiero un motivo, que me diga algo que me haga entenderla, que me convenza para dejarla en paz, pero no lo hay… no lo encuentra. Baja la mirada, respira agitada… va a salir corriendo. Se apoya en mi hombro y se acerca a mí. “no puedo más”. Hoy no pensaba verla, ni mucho menos que me diera esa respuesta. Cojo de la mesa sus gafas de sol, dejo dos billetes en la mesa y la cojo de la mano con prisa. La saco del bar y la meto en mi coche, no habla, ya lo ha dicho todo. No sé dónde ir… mi cabeza no estaba preparada para eso y el alcohol tampoco ayuda. Miro la calle e intento que los engranajes de mi cerebro funcionen y se me ocurra algo.

La excitación que me provoca verla sentada a mi lado, con las piernas abiertas, la falda subida algo más de la cuenta… Dios… me pone la mano en su entrepierna y la meto en su sexo. Gloria. Está húmedo, por dentro también, caliente y listo para mí. Me recibe y se dilata para mí, se abre como siempre imaginé. Me duele el pene de lo excitado que me pone sentirla así y retiro la mano. Me mira y hace un mohín, yo llevo mi dedo hasta mi boca y lo chupo… Joder que bien sabe. Y no voy a poder disfrutarla, no tenemos tiempo, tengo que volver a casa. Me cabreo y mi gesto cambia. Se percata enseguida, me conoce más de lo que me gustaría, no quiero despedirme de ella ahora, no así, no hoy… nunca para ser sinceros.

Como si oyera lo que pasa por mi cabeza, quita la música del coche y me hace una proposición: ” Tienes que irte, llévame a casa. Vivo en un octavo piso, soy tuya desde que se cierren las puertas hasta que se vuelvan a abrir”. Me hace feliz oír eso, un reto, un juego, una oportunidad. Freno en seco delante de su portal, me tropiezo en los escalones de la entrada y ella ríe como una niña. La miro cabreado, el orgullo no se toca bonita.

La empujo contra la pared del ascensor, le subo la falda y meto mis dedos dentro de su cuerpo, se retuerce y pone su pierna alrededor de mi cintura para acercarme a ella. Segundo piso. Me coge del cuello y me come la boca con ansia, con violencia, clava sus dientes en mis labios y me duele. No me quejo, no hay tiempo. Empujo mi cadera contra ella, noto mi pene duro clavarse en su vientre. Cuarto piso. Saco un pecho de su blusa rasgando el escote, precioso. Blanco, tierno, suave… el pezón sonrosado y duro. Lo lamo más rápido de lo que me gustaría mientras ella mete su mano en mi pantalón y baja de golpe mi cinturilla. Sexto piso. Pone a un lado con su dedo el borde de sus braguitas y mete mi pene de un movimiento seco y duro dentro de ella. La cojo del culo y la elevo encima de mi cintura, la apoyo contra el espejo. Estoy dentro, muy dentro. Aunque ahora que la miro… ya lo estaba antes.


Octavo piso...


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